17/10/09

El libro de la vida de las mujeres africanas

Sevilla, 16 de octubre de 2009. Manifestación contra la Pobreza y la Exclusión. Unos cuantos ciudadanos, hombres y mujeres por igual, negros, blancos, jóvenes, mayores, muchos niños, todos vestidos de blanco, algunos con pancartas, otros en grupo, en silencio, arrancamos la marcha desde la Puerta de Jerez. Se acercan las televisiones, los fotógrafos, se dirigen a la cabecera de la manifestación, cubren sus directos y graban sus crónicas. Algún periodista manifiesta su solidaridad con la marcha y con sus lemas: "Siento no poder quedarme para manifestarme con vosotros...", o "espero que esto sirva para algo". Otras colegas rectifican sobre la marcha: "Esto no puedo dejarlo así". Sonreímos ante su lógico sentido de la responsabilidad, que echamos de menos en otros momentos. 


Paramos y nos sentamos frente al Banco de España. Seguimos hacia plaza Nueva. Una señora ajena a la manifestación, con descarada mala educación y falta de respeto, increpa a una de las manifestantes. Le acusa con el dedo en alto: "Lo que tenéis que hacer es tener menos hijos". La señora increpada le responde: "Usted no sabe nada de mí". Le intenta explicar así que no puede juzgarla sin conocerla. Pero el prejuicio no atiende a razones y la señora ni siquiera le presta atención. Aún así queremos hacerle entender. Y nos dice: "Es que hay que tomar precauciones y no tener tantos hijos".

Nos preguntamos qué es lo que desata tanta sinrazón y por qué nos negamos a conocernos. Seguro que nos enriquecería más que hacer oídos sordos. Mi compañera de manifestación se dirige a mí: "No quiere ni escucharnos, pero yo estoy aquí porque lucho contra la pobreza, la de aquí y la de allí, y eso es lo que no pueden entender". Me habla de su trabajo, con MAD Africa, que tiene sede en Sevilla y una contraparte local en Senegal. Desde aquí, y desde allí, luchan por contribuir a la expansión y al bienestar de los niños a través de, por una parte, la información, la educación y la formación, y por otro lado, asegurando su atención a necesidades básicas, como la salud o la alimentación. Si aquella señora la hubiera escuchado, seguramente sabría que precisamente la mujer a la que ha increpado está luchando por mejorar las condiciones de vida de personas que merecen la dignidad que la señora les ha negado. Mi compañera, dignamente, sigue la marcha con el resto de sus compañeras.

Ahora recuerdo el reportaje de En Portada sobre la lucha de las mujeres africanas, y lo vuelvo a ver no sin volver a llorar de rabia ante tanta injusticia. Todas deberíamos leer el libro de la vida de las mujeres africanas, y después escribir el propio nuestro, el de las mujeres del mundo que, nazcan donde nazcan, vivan donde vivan, siempre luchan.

"Las mujeres africanas trabajan el campo, van a vender al mercado; cuidan el hogar, educan a los niños, atienden los ancianos... Y son mulas de carga. Sin embargo, son el colectivo que menos derechos tiene y las primeras víctimas en los conflictos. El reportaje nos muestra también cómo algunas mujeres están rebelándose contra esta injusticia con lo poco que tienen y aprendiendo que si se unen pueden enfrentarse a los enemigos poderosos que las sojuzgan: el sida, la guerra y la tradición"