30/7/05

Siete Lunas bajo la Peña de Castril

Lidia M. Ucher. Castril. 30 de julio de 2005

Suena la flauta de caña de Rao Kyao bajo la Peña de Castril. Las primeras melodías de la flauta se confunden con el viento y el sonido del agua del río castrileño. Un compás de timbales rompe el trance que provoca la música silbeante de la caña e inmediatamente arranca la percusión acompañada del teclado.

Así comienza el Festival Sete Sóis Sete Luas en el Parque de la Arboleda Perdida, bajo una noche estrellada. El solista portugués entorna los ojos y se concentra en el sonido incesante de la travesera, que embarga al público con un ritmo cardíaco antes de cesar de repente. Es entonces cuando parece romperse el silencio.

El público congregado en el estreno del Sete Sóis de Castril recibe emocionado la primera actuación del festival y escucha expectante las palabras de Rao: “Nuestra música evocan a los tres elementos fundamentales comunes en nuestra cultura, el pan, el aceite y el vino”. Con percusiones casi orgánicas y sonidos penetrantes, realmente lo consiguen. El repertorio culinario comienza con una suite dedicada a las riberas del Guadiana “que unen, no dividen” a Portugal y España. En colaboración con Gerardo Núñez, esta música demuestra, dicen, que “somos ibéricos de corazón”.

De hecho, en esta edición del Sete Sóis se ha dado protagonismo a la música portuguesa, quizás en un merecido homenaje al mentor de este festival de los pequeños pueblos, José Saramago, que ha conseguido llevar a lugares olvidados las mejores músicas tradicionales que se pueden escucha a lo largo y ancho del mediterráneo.

La actuación continúa sin olvidarse de nada. Con un ritmo energético, Rao Kyao rememora el primero de los elementos, el aceite. El sonido evoca la recogida de la aceituna y envuelve esta tradición en la música que recuerda a la luna llena.

De esta manera, todas las actuaciones del Festival recuperan ambientes y sonidos de la naturaleza presentes en pueblos como Castril pero silenciados por las civilizaciones modernas. El público concentrado en el Parque de la Arboleda siente el privilegio de encontrarse frente a la peña iluminada de Castril escuchando músicas primarias, rodeados de naturaleza viva que logra ensordecer las preocupaciones diarias.

Son cientos los visitantes que han desbordado el pueblo estos días. La llegada de artistas, asiduos al Sete Sóis y turistas que pasan sus vacaciones en Castril se mezclan en las estrechas calles del pueblo y literalmente convierten el municipio en una gran vía de capital.
Pero todos ellos pierden la noción del tiempo y del espacio cuando descienden a la Arboleda Perdida cada noche mientras el campanario da las once horas.

Con la “Danza de la Montaña” se anima la noche. Gritos tribales que lanzan ahora los componentes del grupo al unísono sorprenden al espectador e invitan a acompasar el ritmo con palmas. La percusión del conjunto acompañada de los tambores penetran profundamente en el ambiente, que parece mover la misma Peña que sirve de escenario al Sete Sóis.

El éxtasis viene con el “Vino de la Alegría”, todo un homenaje a la tradición vinícola con sonidos de fiesta que a la vez salen del teclado, guitarra, batería, percusión y la flauta de caña.
Cada noche una música. Las siguientes prometen acercarnos a los sonidos angoleños, de la mano de Terrakota, los caboverdianos de Tcheka o, para concluir, una aproximación a la Toscana con Ricardo Tesi y Banditaliana.