21/6/04

Tras las botas de Pedro Antonio de Alarcón

Lidia M. Ucher. Guadix. Un 2 de mayo de 2001, la ciudad de Guadix despedía a Pedro Antonio de ALARCÓN, escritor, periodista, viajero, accitano universal. Tras permanecer casi 110 años enterrados en Madrid, en una tumba anónima del patio de San Gertrudis, en el cementerio de San Justo, una delegación accitana viajó a Madrid para proceder a la exhumación del féretro de Alarcón, donde hallaron sus restos óseos, sus botas y la mortaja del escritor en buen estado de conservación.

Alarcón volvió así a Guadix para acabar con la vieja leyenda de que el escritor “se sacudió sus botas” al llegar a Madrid porque “llevaban el polvo de Guadix”. La historia ganó a la leyenda y hoy en día los accitanos saben que Alarcón salió de su pueblo natal huyendo de las pretensiones de su padre, que quería que ingresara en el Seminario. De la misma manera, si en sus últimos días pidió ser enterrado en una fosa común, sin ninguna lápida y tan sólo con una cruz, fue debido al estado deprimido en que se encontraba poco antes de morir.

Alarcón siempre demostró su amor por Guadix. La frase que sirve de epitafio en su lugar de descanso, tras su último regreso a Guadix, refleja bien este sentimiento: “Estoy orgulloso y se lo digo a todo el mundo, de ser hijo de Guadix, que es mi pueblo, es mi cuna, y será, si Dios quiere, mi sepulcro”.

Se cumplen tres años desde la llegada de los restos de Alarcón y la idea de crear el Centro de Estudios Alarconianos todavía es muy embrionaria. Como dijo Antonio Enrique, “Guadix no pudo ser, ni fue, una mera referencia en el escritor más leído en vida durante tres décadas en el siglo XX”. Su tierra, “donde todo induce a la meditación y a la hondura de sentimientos, todo causa vértigo como si desde arriba de sus cerros se contemplara un mundo abismal surgido del cataclismo”, fue inspiración en muchas de las obras de este “hijo pródigo”, como El final de Norma, El amigo de la muerte o Los ojos negros.

De esta manera, sus paisanos –“descendientes de los personajes que bullen en El Niño de la Bola o El Sombrero de tres Picos”-, entendieron que debía prevalecer su voluntad más íntima, obviando lo que dispuso testamentariamente, y quisieron regresarlo a la tierra.

En los mismos días de su regreso, pero al cabo de tres años, la ciudad está sumida en una intensa vida cultural. Se acaba de presentar la XII Edición del Ciclo Internacional de Música Guadix Clásica, que dio comienzo el 3 de mayo con un amplio repertorio de clásicos, teatro, flamenco y música en la calle.

El Día del Libro sirvió de presentación de nuevas propuestas, como los clubs de lectura, revistas infantiles y animación lectora para padres. Las hermanas Hernández Montalbán dieron a conocer sus “Cuentos del viejo Wädis”, relatos breves pero contundentes que fabulan las motivaciones personales que esconde la historia accitana, y que las autoras plasman a través de datos históricos e incluso fotografías reales.

El prologuista de esta nueva obra accitana es el escritor Antonio Enrique, que dirige en Guadix el Aula Abentofail desde hace cuatro años. El mismo que en mayo de 2001 despidió, en sus exequias, a Pedro Antonio de Alarcón, “el glorioso corresponsal de guerra, el gran patriota Alarcón, hombre bueno, accitano universal”.

Precisamente estos días se han fallado los Premios que llevan el nombre de este insigne accitano, los Pedro Antonio de Alarcón y Ciudad de Guadix, que desde hace seis años reconocen la trayectoria profesional de periodistas que, como Alarcón en su tiempo, siguen consagrando hoy en día parte de sus vidas a esta profesión, intentando con su trabajo que Guadix dejé de ser la ciudad “que está a mil leguas del mundo”, tal y como decía el propio Alarcón.
El Centro de Estudios Alarconianos pretende ser un lugar donde los investigadores puedan profundizar en el conocimiento de este escritor, además de albergar toda la documentación biográfica, epistolar y la obra del autor.

Pero las botas de Alarcón todavía no están enterradas y Guadix tiene una asignatura pendiente para con su ilustre paisano. La iniciativa de mantener vivo su legado en un Centro de Estudios Alarconianos surgió de una manera ilusionante tras el regreso de sus restos a la ciudad, pero fue enfriándose con el paso del tiempo y después de tres años la ciudad carece aún de este centro, que podría ser uno de los emblemas de Guadix en memoria del escritor.

El Ayuntamiento de Guadix conserva gran parte del legado que hicieron sus familiares, que a fecha de hoy espera en cajas y expedientes el día en que quede expuesto a todos los accitanos. En el último pleno se aprobó una partida inicial para la constitución del Centro de Estudios Alarconianos, y la ubicación que puede tener el centro es el futuro Museo de la Ciudad.

Pedro Antonio de Alarcón, primer cronista de guerra
Pedro Antonio de Alarcón nació un 10 de marzo de 1833, en el número 4 del callejón del Hospital viejo de Guadix. Un humilde portal que el séquito de Franco no quiso enseñarle en su visita a la ciudad por no parecerles “lugar digno del nacimiento de tan insigne persona”, mostrándole al dictador un magno portal cercano a su morada natal.

Huyendo del Seminario, donde su padre quiso que ingresara, y de la inmovilidad de su ciudad natal, partió a Granada, de allí a Cádiz y finalmente a Madrid. Con 26 años, y tras estallar la guerra de Marruecos, Pedro Antonio se embarca rumbo a Tetuán para cronista de guerra, “posiblemente sin meditarlo mucho dado su carácter intuitivo y espontáneo”, según relata Antonio Enrique.

En esta época, Alarcón ya había colaborado en periódicos como El Látigo o El Eco de Occidente, además de participar en la Vicalvarada de 1854, y publicar El hijo pródigo y El final de Norma con no mucho éxito.

Pero su experiencia militar y humana en Marruecos queda plasmada un año después en Diario de un testigo de la Guerra de África, obra que le valió fama y fortuna, además del reconocimiento institucional y de sus lectores, de ayer y de hoy, como el primer periodista de guerra en España.