8/3/06

Sobrevivir en el desierto argelino

El Hospital de Baza concedió en febrero un permiso retribuido de 24 días de duración a tres trabajadores del centro hospitalario para participar en un proyecto de ayuda humanitaria. De allí han vuelto esta semana Antonio Valdivielso, Miguel Ángel Galera y José Asensio.

Los tres profesionales reconocen volver con un sentimiento de impotencia porque “allí, en medio del desierto, no hay nada que hacer y lo único en lo que podemos ayudar es a mejorar en la medida de lo posible las condiciones de vida de las gentes”.

Después de un viaje ”realmente duro” de más de 25 horas, se pusieron manos a la obra. Su misión consistía en la instalación de un sistema de climatización y purificación de aire, la puesta en marcha de máquinas de esterilización y realización de diversos trabajos de pintura y electricidad en el Hospital Buel-la Ahmed Zein, ubicado en los campos de refugiados de Tindouf.

Antonio, que es pintor, que es pintor, asegura que “puedes tener una idea de lo que significa vivir en campamentos, pero hasta que no lo ves in situ, no te das cuenta de la realidad: es un mundo totalmente distinto”.

Su tarea, aunque lograron terminar, se vio totalmente alterada por las devastadoras inundaciones que destruyeron viviendas enteras y obligaron a los saharauis a reclamar ayuda humanitaria para reparar el desastre.

“Empezó a llover la primera semana y no paró en tres días, con lo que las casas, fabricadas con adobe, comenzaron a desplomarse”. Los campamentos más afectados fueron el de Smara, Aaiún y 21 de Febrero.

“Vimos llegar ayuda médica y logística argelina -máquinas para allanar los terrenos-, así como comida, mantas y tiendas desde España, pero esta ayuda de emergencia soluciona poco”. Antonio relata que construir una nueva vivienda supone para los saharauis un desembolso de 400 a 600 euros, “cuando los salarios no pasan de los 16,5 euros al mes para los que con suerte trabajan como profesores, funcionarios o empleados en las tareas humanitarias”. El Frente Polisario .cuentan- es quien emplea y paga a los refugiados.

El proyecto de cooperación, para el que viajaron, coordinado por la Asociación Granadina de Amistad con la R.A.S.D. -República Árabe Saharaui Democrática- trataba de mejorar las instalaciones hospitalarias. Una tarea que los tres trabajadores -que forman parte del equipo de mantenimiento del Hospital de Baza como pintor, mecánico y electricista-, conocen muy bien.

Lo que más les sorprendió, según relatan, fue que alrededor del Hospital “no hay absolutamente nada, la población más cercana está a 12 kilómetros”.

Una casa de adobe, con camas, cocina, una ducha y agua caliente “gracias a la asociación granadina”, les sirvió de hogar a seis cooperantes que convivieron durante 21 días “en medio de la nada”.

Eso sí, el mejor recuerdo que guardan es el trato con la población saharaui. “Un muchacho al que conocimos no nos quería decir lo que cenaba cada día, y al final nos confesó que su única cena era té con pan, pero nunca dejó de sonreír”.

Los tres cooperantes, pese a la impotencia que sienten ante las condiciones en las que han visto vivir a los saharauis en los campamentos, no dudan un momento en volver pronto para “echar una mano y apoyarlos en lo que se pueda”.