6/9/05

“La fiesta del Cascamorras hay que vivirla para entenderla”

Cascamorreros ilustres rescatan la evolución de la fiesta en los últimos 50 años a través de sus recuerdos de infancia


Bastetanos y accitanos que han vivido la fiesta del Cascamorras desde su más tierna infancia reviven sus primeros recuerdos de esta tradición centenaria para recordar la gran evolución de la fiesta en los últimos 50 años.

El alcalde de Baza, Antonio Martínez, nos cuenta sus primeros recuerdos de la fiesta del Cascamorras. “Ante todo, recuerdo el lugar donde esperaba al Cascamorras, yo vivía en el camino de los Molinos y él entraba por la carrera de Palacio, así que solía ir a verlo en los Caños Dorados”.

El alcalde dice que le daba “cierto repelús” el ver bajar la masa que acompañaba al Cascamorras que, aunque no era tan numerosa como ahora, “me parecía que era mucha gente supongo que porque de pequeño se magnifican las cosas”. El alcalde recuerda aún con respeto “el temor a que el Cascamorras me cayera algún cachiporrazo”. Martínez asegura que pese a ese miedo infantil a la llegada del Cascamorras, le podía más la expectación y la emoción con la que esperaba ese día porque “marcaba el inicio de la Feria de Baza, con sus casetas de turrón y los columpios en la plaza Mayor”. Esa unión en espacio y tiempo del Cascamorras con la Feria es lo que más emoción le daba a la fiesta en aquella época.

En años posteriores, Antonio Martínez ha cambiado los Caños Dorados por la Plaza Mayor, desde donde asegura que le gusta ver el Cascamorras “especialmente desde que soy alcalde”. Como máximo representante, Martínez ha convertido en un ritual “tomar café con toda la comitiva del Cascamorras y despedirlos personalmente en el Ayuntamiento antes de partir hacia las Arrodeas, donde comienza la carrera”.

“Siempre me gusta llevarme algún refregón del Cascamorras”
Una vez el alcalde despide personalmente al personaje y sus acompañantes, los espera en la plaza Mayor, desde donde conserva la ilusión de “llevarse algún refregón en la camisa”. “Intento mantener el tipo como alcalde pero si no acabo pintado me siento frustrado”, afirma. Cuando el Cascamorras aparece por la plaza Mayor, el alcalde sigue emocionándose al verlo pasar defendiéndose con su cachiporra y, especialmente, haciendo tremolar el pendón, “un gesto cariñoso con el que la gente disfruta y del que más participa a lo largo de la carrera”, afirma Martínez. “En ese momento cuando me vienen a la mente los recuerdos de la infancia y revivo la ilusión de niño de saber que la feria comienza”.

Evolución
El alcalde de Baza ha vivido desde muy pequeño la fiesta y recuerda perfectamente a los personajes que cada año han representado al Cascamorras. Según recuerda Antonio Martínez, antes “era una persona que necesitaba de la carrera casi para sobrevivir con las pocas monedas que la gente le daba cuando salía a pedir al día siguiente”.

Afortunadamente, la evolución del Cascamorras ha hecho que hoy en día “la gente pida encarnar al personaje porque le gusta seguir la tradición”. El alcalde entiende la fiesta como un acto de hermandad entre dos ciudades, incluso insiste en recordad que quien elige al Cascamorras es la Hermandad de la Virgen de la Piedad de Guadix, motivo por el que los bastetanos recibe con todo el respeto, “porque confiamos en su buen criterio de elegir a una persona joven y físicamente preparada para una carrera tan larga”.

Martínez afirma estar encantado con el Cascamorras de este año. “Antonio Vera es un joven que ya conoce la carrera y la resistió muy bien en su momento, además de desenvolverse muy dignamente en su papel de Cascamorras”

El alcalde reconoce que para saber lo que es el Cascamorras “simplemente hay que venir y vivirlo”. “Desde fuera -afirma Martínez-, y para quien no lo conoce, le puede decir poco ver una masa pintada de negro, pero no hay nadie que no haya quedado impresionado cuando la ha conocido de cerca”. De hecho, el mismo alcalde sigue pareciéndole extraordinario “ver a una masa de más de 5.000 personas pintadas de negro alrededor de una única figura que recorre decenas de kilómetros aclamada por todos”.

Como otros muchos aficionados a esta fiesta, el alcalde bastetano también recuerda el cruel episodio sobre el Cascamorras que retrató la serie televisiva “Raíces” en los años 70, un momento que, lejos de amedrentar el ánimo de los dos ayuntamientos, “sirvió de revulsivo para que la población reaccionara y que la fiesta, a partir de ese momento, fuera a más”. De hecho, ese momento fue un punto de inflexión en la fiesta, a partir del cual la participación se multiplicó año tras año.

“Para los bastetanos el Cascamorras es algo único y de lo que nos sentimos muy orgullosos, por lo que entre todos lucharemos por mantener esta tradición”, concluye el alcalde.

“Lo de ‘Raíces’ fue un montaje pero le dio a la fiesta la popularidad de que hoy goza”
El historiador local Antonio García de Paredes lleva muchos años viviendo el Cascamorras. Cuando apenas levantaba unos palmos del suelo, cuenta que con sus amigos “subíamos a los Caños Dorados con un melón de agua y cuando llegaaba el Cascamorras le tirábamos las cáscaras”. Una anécdota con la que García de Paredes ilustra los cambios en la historia de la fiesta. “Ni mucho menos le seguía entonces la multitud de ahora pero sí que es verdad que se le vapuleaba mucho más y, por tanto, él se defendía con más fuerza”. Sin duda, era un Cascamorras distinto.

El historiador está de acuerdo con el alcalde de Baza en que el programa de “Raíces”, a pesar del “montaje” que, según García de Paredes, supuso, le dio la popularidad que tiene en nuestros días. Eso sí, García de Paredes se queda con la “fiesta de antes”, cuando los participantes apenas se embadurnaban las manos de grasa y, “sólo quien podía”, se acercaba al Cascamorras y le pintaba la cara. No obstante, la tradición que representa el Cascamorras, según el historiador, “debe conservarse y pasar de generación en generación”. Aunque él ahora lo ve desde el balcón de su casa, toda su familia -incluidos sus nietos- participa de la fiesta cada año.

La fiesta ha evolucionado de tal manera que antes el Cascamorras era una figura denostada y ahora muchos piden representar a este popular personaje

El Ayuntamiento de Baza solicitó en 2001 la declaración de la fiesta de Interés Turístico Nacional, para lo que es necesaria la difusión del Cascamorras medios de comunicación nacionales


Historia y tradición
El Cascamorras es un personaje que gira en torno a la Virgen de la Piedad. Cuando los Reyes Católicos ordenan reconvertir la Ermita del Barrio de la Churra –actual Iglesia de la Merced-, el accitano Juan Pedernal –que trabajaba en la obra de restauración- clava su pico en la imagen de la Virgen, momento en el que escucha una voz que le clama “piedad”. De inmediato, el hallazgo de Pedernal de la que se convirtió en la Virgen de la Piedad lo pretende hacer suyo y de su pueblo, queriéndose llevar la imagen a Guadix.

Pero intervienen los cabildos eclesiásticos y municipales para evitar que la Virgen salga de Baza, a cambio de que el derecho a celebrar las fiestas en su honor fuera de cabildo de Guadix. Desde entonces, la Hermandad de la Virgen de la Piedad de Guadix organiza esta popular fiesta, que no trata de “recuperar” la imagen de la Virgen –contrariamente a lo que se piensa-, sino de “celebrar las fiestas en honor de la Virgen de la Piedad tanto en Baza como en Guadix”, tal y como afirma el historiador local Antonio García de Paredes.


Cinco siglos dan para mucho
La Hermandad de la Virgen de la Piedad de Guadix hace memoria de la evolución de la tradición de esta fiesta a partir del momento en que el Cascamorras renace de sus cenizas

A Cascamorras no le pesan sus quinientos años. A lo largo de los cinco siglos de existencia de la tradición, que une a las ciudades de Baza y Guadix, el sucesor de Juan Pedernal ha vestido el traje multicolor adaptándose a los cambios sociales y tecnológicos, convirtiéndose en un reflejo más de la época que le ha tocado vivir.

El camino de sesenta kilómetros que separa a las poblaciones que comparten la fiesta ha sido testigo de las transformaciones, propias de la evolución de los tiempos. Recuerdan los miembros de más edad de la Hermandad de la Virgen de la Piedad, encargada de velar por el desarrollo de la celebración, que en los años cuarenta la comitiva hacía el viaje a lomos de un burro. Entonces las paradas en los cortijos eran frecuentes para descansar, reponer fuerzas y llenar los serones con provisiones para el viaje.

Es en esta época cuando se desarrollan dos de los acontecimientos más extraordinarios de la historia de la fiesta: Cuentan que en estos años, se conoció al único Cascamorras bastetano de la historia, ya que la hermandad no pudo enviar a uno propio, los vecinos de Baza optaron por hacer ellos mismos la elección. Además, entre la década de los cuarenta y los cincuenta, Cascamorras logró llegar al templo de la Merced sin mancha, lo que le daba derecho a llevarse la imagen de la patrona bastetana a la ciudad accitana. Sin embargo antes de cruzar la puerta de la iglesia un miembro de la hermandad le puso la mano en el hombro, marcándolo con pintura.

Mientras estuvo en funcionamiento la línea férrea Guadix- Almendricos, cuya reapertura piden los políticos desde hace veinte años, Cascamorras y su séquito sustituyeron el tren por el pollino. Desde el cierre para cubrir la distancia se utilizan los vehículos particulares de los organizadores.

El cambio más significativo de la fiesta en los últimos años lo ha provocado el incremento del número de participantes a la fiesta, pasando de los varios centenares de mediados del siglo XX, a los miles del XXI. La popularización del Cascamorras ha dejado momentos emotivos en la memoria de la Hermandad, y ganado adeptos que cada año recorren largas distancias para mancharse el seis y el nueve de septiembre.

Según narra el secretario, Francisco López, un vecino bastetano residente en Cataluña no se pierde una carrera desde hace treinta años, “los achaques no le impiden venir y como ya no puede acompañarnos acude como espectador”. El año pasado vivieron un momento especial cuando un hombre enfermo quiso hablar telefónicamente con Jesús Samaniego poco antes de iniciar la carrera en Baza, “dijo que estaba muy enfermo y que no quería morir sin escucharlo”. En otra ocasión, los “cascamorreros se sorprendieron al ver las dimensiones de Cascamorras, decían que no lo subían a hombros. Ese año fueron necesarios tres hombres para levantarlo del suelo” recuerda divertido Francisco.